Lo que nuestros antojos nos indican
Los nervios y la ansiedad pueden llevarnos a atracar la nevera buscando donuts, al igual que luego los remordimientos nos incitan a correr por la tarde para bajar de peso. Por la noche, para rematar el día, recurriremos a un helado de chocolate mientras vemos la TV después de cenar. Seguro que a todos nos suenan estas situaciones. Y es que cuerpo y mente se influencian mutuamente en función de los estímulos físicos o medioambientales que nos rodean. Son estos estímulos, ya se inicien en nuestro cuerpo o provengan de fuentes externas a nosotros, los que nos pueden causar esa ansiedad que nos lleva a necesitar un antojo.
Pero no es cierto que estemos desarmados frente a los antojos repentinos. Si sabemos reconocer sus causas profundas, el estímulo primario que las provoca y el porqué de su aparición, estaremos en condiciones de hacerles frente y resistirlos. Se trata de empoderarse uno mismo y volver a tener el control sobre todo lo que hacemos. Con ello, algo tan simple como seguir una dieta sana y mantener un estilo de vida saludable será mucho más fácil. Desde MQS te ayudamos a que identifiques lo que subconscientemente esconde un antojo y a que tengas un día a día más sano, sin necesidad de recurrir a la nevera ante el estrés.
Antojos: guía definitiva
Satisface los antojos, pero con moderación
Satisfacer un antojo o un capricho está bien si es de vez en cuando pero, cuando tratamos de mejorar la calidad de nuestra dieta o controlar nuestro peso, estos impulsos –difíciles de resistir, por otro lado- pueden terminar por echar al traste todos nuestros esfuerzos previos. Si tenemos la sensación de que los antojos y caprichos literalmente pueden con nosotros, es hora de poner en práctica nuevas estrategias para hacerles frente.
Mientras que los estímulos que pueden hacernos recurrir a comida poco sana y a picotear continuamente suelen tener generalmente un mismo origen (estrés, aburrimiento, falta de energía…), las ganas de comernos un bollo de chocolate por la mañana, por ejemplo, puede tener un origen diferente a nuestros antojos de la tarde o la noche. Lo que es necesario es saber distinguir y reconocer los episodios emocionales que provocan la situación para controlarlos y recurrir a alternativas más saludables. Hay una serie de cosas que estos antojos nos indican con relación a las necesidades de nuestro cuerpo, señalando al mismo tiempo lo que seguramente hacemos mal con nuestra alimentación.
Por la mañana
Si estamos tentados por añadir a nuestro desayuno habitual una o unas piezas de bollería, o cuando las vemos en la oficina porque las ha traído una compañera de trabajo y no podemos resistir la tentación, esto indica que seguramente no ingerimos las proteínas que necesitamos con nuestro desayuno.
Las proteínas son muy saciantes y nos ayudan a sentirnos sin hambre durante un tiempo más prolongado. Nos surten de energía sólida que nos ayudan a realizar nuestras actividades durante todo este espacio del día sin contratiempos y están llenas de aminoácidos que nos ayudan fijar nuestra concentración y hacen sentir a nuestro cuerpo que está bien alimentado. De esta forma evitaremos el impulso de recurrir a picoteos llenos de hidratos de carbono. Por lo tanto, en estos casos, intenta complementar tu desayuno con las proteínas suficientes para evitar estos antojos excesivos.
Por las tardes
Hay un espacio de tiempo por las tardes, después de las comidas, en las que la energía parece escabullirse de nosotros a marchas forzadas. Necesitamos revitalizarnos y, por supuesto, ¡un café! Pero cuidado con él, no sólo porque nos puede dar problemas a la hora de conciliar el sueño por la noche, sino porque normalmente lo acompañamos con leche y un bollito que nos aportan bastantes calorías y…¡mucha azúcar!
El té es buena alternativa al café. Contiene mucha menos cafeína que el café y mucha L-teanina, que nos ayuda a volver a centrarnos en nuestro trabajo o en nuestras tareas, aportándonos además una mayor claridad mental por las tardes.Otra opción, si se quiere prescindir totalmente del café o del té, es salir a dar un paseo. Un poco de ejercicio físico, aunque sea un paseo corto, siempre reduce el estrés, oxigena los pulmones y además ayuda al cerebro a ser consciente de que sigue siendo de día, lo que se reducirá la somnolencia. Y lo más importante, paseando… ¡no picotearemos!
Después del trabajo
Para mucha gente, volver del trabajo y llegar a casa supone un salto directo del estrés del trabajo a las obligaciones domésticas, por lo que no disponen del tiempo suficiente para relajarse después de un duro día. Lo primero que muchas veces se hace es comerse algo dulce, unas galletas o chocolate. Es nuestro subconsciente, que nos pide una dosis casi instantánea de dopamina, un elemento que nos anima emocionalmente. Pero seguimos estando estresados. Si el consumo de azúcar se convierte en una rutina diaria, las calorías terminan por acumularse, algo nefasto para una dieta sana o para nuestros intentos por controlar el peso.
Un consejo para evitar esto es que, entre la salida del trabajo y la llegada a nuestra casa, intentemos encontrar unos minutos para nosotros mismos. Algunos especialistas recomiendan colocarse de 5 a 10 minutos en la llamada posición Omega, una versión adulta de la posición habitual del bebé en la cuna: de espaldas, con los brazos extendidos, las piernas dobladas y las plantas de los pies juntas. ¡Descargaremos mucho estrés! Otra opción es la de meditar unos cuantos minutos para relajar nuestra mente en este período de transición, descargando a nuestro sistema nervioso de los problemas diarios del trabajo y preparándonos para las tareas de la casa.
Por la noche
Si después de cenar el cuerpo suele pedirnos algo dulce, puede ser que subconscientemente no estemos satisfechos con cómo nos ha ido el día. En muchos casos, tomar algo dulce después de cenar no tiene mayores consecuencias pero, con el tiempo, puede convertirse en un hábito. Si pertenecemos a este último grupo de personas, la mejor forma de luchar contra esa tentación dulce que se ha convertido en un hábito irresistible es la de cepillarse los dientes nada más acabar de cenar. La sensación de boca limpia y fresca normalmente nos quita las ganas de tomar algo dulce y pastoso. Si lo que nos induce a tomar algo dulce es algo más profundo, como el estrés o sentimientos de frustración o insatisfacción, hay formas de meditación muy efectivas. Las técnicas EFT, por ejemplo, ayudan a descargar la tensión del sistema nervioso al incidir en determinados puntos cardinales de nuestro cuerpo.